....los españoles en..

  • El exilio
    Los españoles también fueron inmigrantes
    El Mundo, Por Gemma Teres y Jaime López / Berlín / Caracas, 2008-06-22
    El subdesarrollo y decadencia de la España de los 50 llevaron a millones de ciudadanos a emigrar a Centroeuropa y Latinoamérica en busca de prosperidad. Muchos para no volver. Por desgracia, a España no llegó ni un solo dólar del Plan Marshall, el millonario programa de ayudas estadounidense que propulsó el milagro económico en los países de la Europa Occidental. Así que el subdesarrollo de la España de la década de los 50, con sus salarios irrisorios y sus bolsas de pobreza, motivaron un éxodo maxivo hacia Centroeuropa y Latinoamérica. Más de dos millones de personas emigraron a Alemania, Austria, Suiza o Bélgica, donde ofrecían salarios más elevados. La mayoría partieron ya con un contrato bajo el brazo. Consciente del impulso económico que suponían las divisas, el Gobierno cerró Acuerdos de Emigración para fomentar la contratación asistida. En 1960 y 1961 la migración alcanzó su punto álgido y, la mitad de los españoles que llegaron a Alemania, lo hicieron al margen de acuerdos oficiales.

    La emigración al Cono Sur, por el contrario, fue más dura. Casi un millón de españoles emprendieron su viaje a América Latina con el dinero justo para su billete de barco y con la incertidumbre de no tener trabajo ni vivienda al llegar a su destino. Argentina, Venezuela, México, Brasil y la República Dominicana fueron los principales países receptores de españoles. La huida se extendió durante tres décadas, y afectó fundamentalmente a poblaciones como la gallega, la canaria, la vasca, y la catalana, entre otras.

    Los ‘gallegos’ ponen rumbo a las Américas

    Si los españoles son conocidos coloquialmente en Latinoamérica con el nombre de gallego, se debe a la gran cantidad de emigrantes que huyeron de su paupérrima Galicia natal para buscar una nueva oportunidad en otro continente. Argentina, con 300.000 personas, Venezuela (150.591), México (100.000), Brasil y República Dominicana fueron los principales países receptores de españoles, que durante décadas y a cuentagotas, viajaban a América Latina con el dinero justo para pagar el billete de barco.

    La guerra civil española marcó el inicio de la primera gran diáspora del siglo XX – principalmente republicanos exiliados – , que se extendió lentamente durante tres décadas, y afectó a poblaciones como la gallega, canaria, vasca, o catalana, entre otras.

    «De cada cuatro inmigrantes españoles que han triunfado, cuatrocientos viven en la miseria», confiesa Andrés Rodríguez, de 58 años, dueño de un exitoso mesón en la céntrica avenida Francisco Miranda de Caracas. En 1968, Rodríguez abandonó su pueblo en Carbaniño, A Coruña, con sólo una maleta bajo el brazo. De las estrecheces de la España de la autarquía, llegó a la Venezuela saudita, un país bajo el influjo petrolero y EE.UU.

    «Encontré un país mucho más tecnificado, y moderno que España, por lo menos de la Galicia que yo conocía», dice Rodríguez.

    «Estaba acostumbrado a la dictadura, en la que sólo existía un canal de televisión y había censura», resume.

    Los primeros años como inmigrante fueron los más duros. «La mayoría vivíamos en una especie de conventillo, en el que cada familia – de entre seis y ocho miembros – ocupaba una habitación y compartía el cuarto de estar, el baño y la cocina», relató en el restaurante que gerencia.

    Rodríguez compara ahora la realidad de los dos países. «Cuando me fui del pueblo de mi madre vivíamos con candil, y la última vez que lo visité había alcantarillado, luz eléctrica y agua caliente. Mientras que Venezuela ha ido hacia atrás».

    Los salarios alemanes provocan el éxodo

    «Yo pasé mucha hambre, porque crecí en Vallecas», cuenta Francisco.«Los de pueblo, no pasamos tanta», apunta su mujer, Teresa, que emigró primero a París, a casa de unos familiares, antes de reunirse con su entonces novio en Usingen, cerca de Frankfurt. El matrimonio Francisco Expósito y Teresa Andrino vive desde hace nueve años en Berlín, aunque Alemania les adoptó hace 44. «En aquella época, tener el pelo negro suponía ser un bicho raro. Nunca habían visto extranjeros», cuenta Francisco. Nacido en Madrid, llegó a la estación de tren de Colonia en 1964. «Venía en un tren lleno de españoles, todos con un contrato en la mano, que legalizaba tu situación». Los salarios en Alemania en los sesenta subían a unas 500 pesetas la hora, impensable en la España franquista.Las empresas avanzaban parte del sueldo cada semana y lo liquidaban a final de mes, y gracias a ello los emigrantes pudieron rehacer poco a poco sus vidas. «Alemania o Suiza no son una mina: es el afán que hay de trabajar, de ahorrar», opina Teresa, que trabajó en cadena en una fábrica, y después en una residencia de ancianos.Su marido creó varias asociaciones y organizó festivales culturales y benéficos en los setenta «para mostrar que no sólo veníamos a trabajar». La imagen de los emigrantes en la opinión pública cambió. Francisco preside ahora el Centro de Tercera Edad en Berlín, que junta a los 300 jubilados españoles. A pesar de que vivió de nuevo en España (1985 – 1991), «la morriña» alemana lo hizo volver. «No me atrevo a ir definitivamente a España, aquí hay seguridad ciudadana, asistencia social y respeto mutuo.En España tenemos una gran cultura, pero no la empleamos».

    Antonio Tarragó, socio del Centro y original de Arbonés (Lérida), emigró a Bélgica, donde trabajó dos años en las minas, antes de mudarse a Alemania; casi toda su vida ha trabajado en la fábrica Mercedes en Berlín. «Cuando estoy en España, me siento extranjero».

    sarita 19 Июн 2009, 12:16 - Report
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Españoles en el sexo

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