A todos nos cuesta recordar algún momento en que la economía alemana lo haya pasado mal. A los alemanes siempre les ha ido bien. Desde el principio los alemanes supieron cómo posicionar su economía y sus industrias convirtiéndolas en referentes mundiales.
Todos hemos oído hablar alguna vez de la calidad y la garantía de tal máquina alemana o de tal coche alemán. De hecho, hubo un tiempo en que la gente, para referirse a una máquina, te mencionaban primero que era una máquina alemana, antes de decirte la marca. La economía alemana en sí se ha convertido en una potente marca de mucho peso, a la que todos respetamos y por la que pagamos el precio que haga falta, sin discutirlo.
Alemania es actualmente la quinta potencia económica mundial y la más grande a nivel de la UE. Su punto fuerte son las industrias exportadoras de maquinaria, coches, productos químicos y menajes del hogar.
Hamburgo, Frankfurt, Berlín, Munich, Düsseldorf, Köln y Stuttgart son algunas de las ciudades alemanas donde se concentra el mayor potencial económico y fuerza industrial de Alemania. Contrariamente a lo que suele suceder en otros países, la economía alemana no se concentra en su capital administrativa, Berlín en este caso. Tampoco podemos hablar de una capital económica alemana destacada, sino que la economía alemana se reparte más bien entre varios centros neurálgicos los cuales contribuyen todos en diversificar el tejido económico alemán.
Una de las regiones económicas más potentes a la par que antiguas en Alemania es la llamada Región del Ruhr, con uno de los PIB’s (Producto Interior Bruto) más altos de Alemania y con tasas de desempleo en algunas de sus ciudades, como Baviera, por debajo del 4%.
Sin embargo en la economía alemana todavía persiste algún capítulo triste, como el de la desigualdad social y económica entre las dos partes del país, Este y Oeste, pese al proceso de reunificación que tuvo lugar tras la caída del muro de Berlín.
Este artículo fue enviado por Mario Pérez y es un extracto del libro Proxima Parada Alemania.